En el ámbito de la salud ocupacional, la ergonomía es una herramienta clave para prevenir patologías laborales. Es este sentido hoy se vuelve fundamental, desarrollar aún mas las evaluaciones, incorporando la perspectiva de género.

Los entornos laborales han sido diseñados históricamente bajo estándares masculinos, sin contemplar diferencias en morfología, biomecánica, antropometría y factores psicosociales que presenta cada persona. Como resultado, muchas personas, principalmente mujeres, enfrentan desventajas ergonómicas que aumentan el riesgo de lesiones y afectan su seguridad y bienestar en el trabajo. Es por esto que cada vez más empresas incorporan esta herramienta, no solo para mejorar sus estándares productivos, sino también para conformar los perfiles de puestos con mayor exactitud.

Para garantizar que los puestos de trabajo sean adecuados para todos, es fundamental adaptar herramientas, mobiliario y equipos a una mayor diversidad de tallas y capacidades físicas. Las diferencias en fuerza, resistencia y carga postural deben ser contempladas en el diseño de tareas para evitar sobrecargas y minimizar el riesgo de lesiones. Además, los factores psicosociales y la organización del trabajo influyen en la forma en que cada persona experimenta su entorno laboral. Por ejemplo, las mujeres suelen afrontar una doble carga laboral, combinando su empleo con tareas de cuidado, lo que puede incrementar su exposición al estrés y la fatiga. Asimismo, los elementos de protección personal (EPP) deben ser diseñados con criterios de inclusión, asegurando un ajuste adecuado para todos los cuerpos y evitando que la seguridad se vea comprometida por un diseño no adaptado.

La falta de conciencia sobre las diferencias ergonómicas de género, la escasa información disponible y la percepción de que adaptar los puestos de trabajo implica costos innecesarios, son algunos de los desafíos más frecuentes.

Las diferencias entre hombres y mujeres en términos de salud ocupacional son evidentes. Las mujeres presentan mayor predisposición a trastornos musculoesqueléticos en extremidades superiores y columna lumbar debido a la distribución de la masa muscular y las exigencias de ciertas tareas repetitivas. Patologías como el síndrome del túnel carpiano, tendinitis o tenosinovitis son más comunes en ellas. En cambio, los hombres tienen mayor incidencia de lesiones traumáticas y problemas derivados de la exposición a vibraciones y esfuerzos de alta intensidad. A nivel psicosocial, la carga mental y el impacto del trabajo en la vida personal afectan de manera diferenciada a cada persona, atento a que aspectos tales como el lugar de residencia, hábitos, estilo de vida, entre otros, tendrán también su influencia.

La falta de conciencia sobre las diferencias ergonómicas de género, la escasa información disponible y la percepción de que adaptar los puestos de trabajo implica costos innecesarios, son algunos de los desafíos más frecuentes. Sin embargo, existen estrategias para superar estas barreras, como la capacitación de líderes y decisores, la realización de diagnósticos ergonómicos con enfoque de género, el diseño de espacios de trabajo más flexibles y ajustables, y la promoción de una cultura organizacional inclusiva. Lejos de ser un gasto, estas acciones representan una inversión en la salud, productividad y retención del talento.

En este contexto, herramientas como la Planilla de evaluación de Ergonomía con Perspectiva de Género desarrollada por Federación Patronal ART juegan un papel clave. Esta herramienta permite evaluar los riesgos ergonómicos considerando las diferencias anatómicas y funcionales entre hombres y mujeres, como psicosociales, carga cognitiva, entre otras ya mencionadas para garantizar que los puestos de trabajo sean adecuados. Su valor radica en que no solo ayuda a reducir los riesgos laborales, sino que también contribuye a la construcción de entornos de trabajo más equitativos y eficientes, donde todas las personas puedan desempeñarse en condiciones óptimas.

Incorporar la perspectiva de género en ergonomía es esencial para avanzar hacia nuevos niveles de eficiencia y bienestar laboral. Adaptar los puestos de trabajo a la diversidad de la población productiva, mejora la prevención de patologías, reduce el ausentismo y aumenta el compromiso de los trabajadores. Es momento de dejar atrás los estándares únicos y avanzar hacia un diseño ergonómico más inclusivo, flexible y adaptado a la realidad de todas las personas.